jueves, 7 de mayo de 2009

Un brote verde

Es solo una frase, pero sin saber muy bien por qué, viene a mi memoria mi primer trabajo después de salir de la facultad.
Había pasado una entrevista demasiado facil, mas aun cuando llevaba dos meses peregrinando por una decena de despachos new age, donde un psicólogo intentaba discernir cuanto sabía de zunchos, pórticos, pilotes o pilares ¿ Es que ninguna empresa de recursos humanos tiene dinero para contratar a un ingeniero que sepa de lo que está hablando? Por otra parte están esa serie de test del infierno que intentan sondear tu alma. No creo que yo sea un ser tan extraño, que a la mitad de las preguntas tiene que contestar al azar, puesto que siempre falta una respuesta, la mía. Mi primer resultado me dejó helado: C.I. 130 (Depende del test, me muevo entre 120 y 130, aquel día estaba inspirado), Vista espacial 98 % (Soy de la generación del tente, y eso siempre se nota), nivel de inglés alto ( if, if ), pero lo mejor de todo vino con el test de personalidad.
Personalidad introvertida ( Hombre claro, si fuera extrovertido hubiera pegado un braguetazo y estaría en mi mansión pegándome la vidorra), Calculador ( Evidente, si no tuviera visión de futuro, no estaría en una entrevista para un puesto de trabajo en Madrid, en el que se me ofrece una gran responsabilidad y trabajo, por la friolera de 800 Euros brutos al mes), tranquilo ( Tu dirás, estoy viendo como deshilachas mis entrañas, con el traje de los domingos y cara de poker), mentiroso ( ¿Perdón?, que cojones estás diciendo. Mentirosa será tu puta madre, que te anima a ser un destripailusiones, y encima te dice que está orgullosa de ti. Mentiroso tú, o acaso le has contado a alguien que trabajas de chivato, has reconocido delante de otro ser humano que te dedicas a diseccionar a la gente y ponerles nota. No calificar sus conocimientos, no sus capacidades, no su atención; pones nota a su personalidad, a sus valores, a su vida).
De la manera más educada posible le pregunté, ¿Como puedes saber que soy un mentiroso?
El, con una suficiencia extrema contestó: Hay preguntas en el test para averiguarlo.
¿Cómo por ejemplo? Interrogué
Sin darle ninguna importancia, me contestó: no te preocupes, que por lo demás te adaptas a nuestro perfil.
(No. No quiero, que cuando pida un aumento, piensen que estoy de vacile, o que cuando pulse la seta de sobrecarga piensen que estoy de broma. ¿Quien ha calculado esta estructura? Gaixo, pues entonces quita barras que este es un exagerado)
Perdona, volví a insistir, la mitad de los problemas de mi vida me han venido por decir la verdad, podría indicarme en que pregunta ha discernido, erróneamente, que soy un mentiroso.
Con desgana, el lechuguino engominado sacó mi test del dossier que estaba encima de la mesa y ojeó las respuestas señalando una.
¿Has odiado a tu padre? Tú has respondido que no, y todos hemos odiado a nuestros padres.
Yo a mi madre la he odiado por casi todo, por el pijama, por la verdura, la ropa, la ducha, por el sueldo, la hora de llegada, la hora de acostarme, la de levantarme, por el regalo de cumpleaños … Pero a mi padre, que es lo que preguntas, nunca.
Después de expuesta mi situación, el pollopera imberbe me hizo un poco menos mentiroso. El resto de la entrevista pasó sin pena ni gloria, pero en mi corazón se comenzó a fraguar este odio intestino contra los entrevistadores de oficio, con los que me he tenido que enfrentar a lo largo de mi vida, y que no descarto tener que volver a hacerlo. Son como los vecinos de tu nueva casa, solo en el traslado de los muebles, te juegas el 90 % de tu estatus en la nueva comunidad. La entrevista para la empresa Hnos. Beltran eja estaba muy lejos de estas entrevistas capitalinas con 400 hienas peleándonos por un puesto en uno de los emporios internacionales, que tienen en España su dehesa de verano. Esta era una empresa de provincias que se dedicaba al fusilamiento y fabricación de… digamos… ventiladores. El orondo gerente de la empresa, había heredado el chiringuito de su padre, y había dedicado sus 140 kilos de potencial a exportar el producto a Francia y Alemania.
Yo ese día estaba especialmente optimista, la primera entrevista a menos de 100 km de mi casa, y encima hacía una temperatura estupenda para ir de traje, cogí un taxi para llegar hasta el polígono y me presenté una hora antes de la entrevista en la puerta de la nave. Una vez localizado el emplazamiento de la empresa me dispuse a tomar un café en las proximidades. Encontré un bar estupendo, todo me sonreía, incluida Paula, la exuberante camarera latina que me sirvió complaciente el café diario durante todo mi bagaje en Hnos. Beltran eja. Cinco minutos antes de la hora concertada para la entrevista me presenté en la puerta, con la mejor de las sonrisas que puede conseguir una buena ortodoncia, llamé al timbre. El administrativo me abrió la puerta y una vez hechas las presentaciones me dejó encerrado, durante unos eternos cinco minutos en la sala de reuniones.
De pronto se abrió la puerta y apareció un personaje de una belleza difícil de describir con palabras, un ente de metro setenta con la boca torcida por un aire que había sufrido dos años atrás, el cual le hacía hinchar uno de sus mofletes al hablar, A pesar de ser una putada muy gorda no dejaba de tener su gracia la forma de hablar del citado individuo. Acababa de subir la friolera de siete escalones que separaban su despacho de la sala de reuniones, y parecía que venía de segar o algo así. Sudaba por todos sus poros, y a pesar de no fumar (en público), se le veía desesperado por conseguir un poco de aire. Sin decir absolutamente nada, se encamino hacia la mesa donde yo me encontraba y cogió el mando del aire acondicionado, con una seña me invitó a sentarme y se sirvió un vaso de agua de la fuente que había en la sala. Una vez recuperado el resuello, se presentó, y ojeando mi currículum hizo un gesto de aprobación. Charlamos durante una hora de lo que serían mis condiciones laborales, mientras no dejaba de leer una y otra vez el escueto currículum que, aun adornado era muy corto en ese febrero de 2003. No sé que le pudo atraer de ese folio en el cual mis datos personales y foto ocupaban más de la mitad del espacio, y mis aficiones el resto. No sé si mis años como camarero, jugaron a mi favor a la hora de hablar de diversos temas ajenos a mi futuro trabajo, o quizás mi notable expediente académico, coronado por una meritoria matrícula de honor en el proyecto de final de carrera. Con el paso del tiempo, creo que mi jefe no se veía con posibilidades de volver a subir esos malditos siete pasos de escalera, para entrevistar a otra persona. El caso es que salí de aquella nave con la seguridad de que volvería en breve. Decidí volver del polígono andando, y a mitad de camino mi teléfono sonó, era la voz del administrativo que me había abierto la puerta, citándome en media hora en una gestoría de la ciudad para hacerme el contrato.
A la semana siguiente busque piso, y el día uno del mes siguiente me incorporé al trabajo.
Eran las siete menos cuarto de la mañana cuanto me planté en la puerta de la fábrica, con más ilusión que nervios, era un contrato de practicas, cobraba el sueldo más bajo de todos los empleados que trabajaban en esa empresa, es curioso como un ingeniero en prácticas, ni siquiera cobra el sueldo mínimo interprofesional, pero a mi eso me daba igual, tenía trabajo, y los empleados de cadena me hablaban de usted. Mi trabajo durante la primera hora fue esperar a mi jefe, que entraba una hora después del resto, por lo menos los administrativos eran gente simpática y me hicieron el trance mucho más llevadero.
A las ocho apareció mi jefe, el supuesto cicerone de mi primer día, me dio una vuelta por toda la fábrica, y a eso de las once, aprovechando el cuarto de hora del café me presento ante toda la plantilla, mas que una presentación, fue una exposición y su frase fue muy elocuente “por fin tenemos un ingeniero en plantilla”. Si yo estaba en prácticas, quien se supone que me iba a formar, no sé por qué, yo había pensado que habría otro ingeniero en plantilla. Pues no. Durante la espera, un administrativo me había comentado que una de mis labores sería renovar el sello de calidad de la empresa, puesto que en la última auditoria, primera desde la consecución del sello, se habían detectado varias no conformidades, las cuales no se habían solucionado por dejadez del jefe de producción y que la siguiente auditoria era en tres meses, lo cual me había preocupado; sin embargo ahora estaba completamente cagado.
Ese día el jefe de producción tenía un Moscoso, por lo que, una vez tomé posesión de mi despacho comencé inmediatamente a familiarizarme con la política de calidad de la empresa, suponiendo que al día siguiente tendría uno de esos días en los que te bombardean con miles de datos sobre el funcionamiento de la producción de la empresa. A las tres de la tarde, se acabó mi primer día, y por suerte un empleado que me había visto subir andando a trabajar, se ofreció a bajarme y a subirme el resto de los días, supongo que por hacerme un poco la pelota.
Al día siguiente me presenté al jefe de producción, un animal de los de bellota, un gañán de esos que viven del buen trabajo de los demás, sin más preocupación que la de poner el cazo a final de mes, ninguna innovación, ni en cadena ni en producto, ninguna optimización en el montaje, ninguna facilidad para el operario, nada, nada de nada solo voces y a dormir. Montajes parados por falta de material, acopios desastrosos, pérdida de albaranes, facturas, incluso palets enteros de producto sin registrar. Esa era la trayectoria de mi jefe de producción. La bienvenida estaba completamente acorde con la mentalidad de ese energúmeno, sus palabras fueron algo así como “Buenos días, si crees que te vas a quedar con mi puesto, te has equivocado, arregla esa mierda de la iso y vete con viento fresco”
Y así fue mi bagaje por Hnos. Beltran eja, durante los tres meses siguientes apenas me dirigió la palabra, tenía que aprender por mi mismo, preguntando a los empleados o simplemente observando. Pero lo conseguí, pasé por los pelos la auditoria de calidad, y el trabajo que realicé tuvo su recompensa. Al día siguiente de la auditoria el gerente me llamó a su despacho, supongo que por no subir escaleras, y me dijo con muy buenas palabras que entre el jefe de producción y yo, se quedaba con él, ya que había llegado antes. Con una palmadita en el hombro y su enhorabuena por el trabajo realizado me puso de patitas en la calle.
No volví a saber nada de ellos, puesto que mi siguiente trabajo estaba bastante lejos de allí, hasta que al año siguiente me llamó el gerente para que volviese a la empresa, un año de andadura como putas por rastrojos había desembocado en la pérdida del sello de calidad, y por tanto la consecuente pérdida de los pedidos en otros países. Y yo regodeándome en su desgracia le informé que dos meses antes yo había conseguido el sello de calidad para la empresa para la que trabajaba ahora. Pero esa historia la dejaré para otro día.
En fin que a lo que iba, que un brote es un brote, y una planta que brota y crece muy rápido y sin ser plantada, normalmente es un frondoso zarzal.